
Cuando tu medicación no es un fármaco sino una comida diferente
Artículo de:
Pura Ventura Rebollo
Alumna del seminario semipresencial “Salud y Acceso a Medicamentos Esenciales. Un enfoque global” de Farmamundi Extremadura.
Las enfermedades se curan con medicación, los dolores se tratan con medicación, algunas emociones se solventan con medicación, la prevención se hace con medicación, a la cura de abusos de medicación se llega con medicación, para morir después con medicación, para morir antes… con medicación.
Vaya con las farmacéuticas. Desde mi punto de vista un gobierno debería velar por el bienestar del pueblo (y haciendo más extensa la supuesta utopía, por el bienestar de las personas sin importar en qué lado de la frontera estén). Si no es por dinero, ¿qué es lo que les ofrecen las farmacéuticas para ceder con aparente facilidad ante sus presiones? ¿Por qué los gobiernos permiten que se sigan creando marcas de medicamentos cuando ya existen 350 que podrían tratar el 90% de las enfermedades? ¿Por qué la ciudadanía lo seguimos permitiendo?
Según Richard J. Roberts, “curar enfermedades no es rentable para las farmacéuticas” (1) y “algunos fármacos que podrían curar del todo una enfermedad no son investigados”; los gobiernos podrían decir que no hagamos caso de cualquier teoría que se escuche en la calle, y tienen razón, pero la cosa se enturbia cuando confirmamos que ese señor fue Premio Nobel de Medicina en 1993. ¿No sería rentable para los gobiernos si se investigaran dichos fármacos y se erradicaran algunas enfermedades? ¿Estamos seguros que no? ¿No tendrían que servir los medicamentos para curar enfermedades y no para cronificarlas?
Por otro lado, el ser humano ha sabido inventar alternativas para afrontar los nuevos retos y cambios que los nuevos contextos les han ido ofreciendo. Este escape filosofal, lo incorporo para preguntarme: si las farmacéuticas nos ponen tantos impedimentos a la hora de acceder a los medicamentos, ¿por qué no buscamos otras vías de sanación no biomédicas u occidentales? Poniendo como ejemplo el tratamiento del dolor (disculpen mi superficialidad y simpleza del ejemplo), si algunos de los medicamentos que necesitamos para tratar el dolor son administrados por las farmacéuticas a cambio de unas condiciones y no queremos ceder a ellos, podemos pensar la manera de acceder a la terapia ocupacional, la fisioterapia, la acupuntura…, cuyo proceder es en base a un trato más cercano con la persona y la relación se establece con esta, no con su enfermedad. Por supuesto, no digo excluir al tratamiento farmacológico por completo, pero quizás sí eliminar esa sensación de que si no es con medicamentos la enfermedad no tiene solución.
Pensé que la definición de salud como “estado carente de enfermedad” era una definición superada ya, pero en nuestras acciones y modos de entender no se refleja. Prueba de ello, para mí, es que los organismos, asociaciones y ONGD, a la hora de diseñar proyectos para reforzar la asistencia sanitaria en terreno, pocas veces planteamos proponer nuevas terapias como las mencionadas anteriormente (entre otras muchísimas). Pero es que es normal, pues atendemos a unas necesidades de proyecto en las que buscar la salud debe dar resultados cuantitativos y en tiempos reducidos. Realmente los beneficios de cuidar el cuerpo a base de fármacos tampoco tiene tantos beneficios materiales, excepto para las fábricas farmacéuticas, que en poco tiempo producen, distribuyen, venden… y se llenan los bolsillos. Vendrá de esta cadena el desinterés arraigado en la sociedad de sólo cuidar el cuerpo y pensar que no hace falta cuidar la mente y el contexto con tanta rapidez.
Realmente se han dado cuenta de la importancia que las personas le hemos ido dando a la mente y ya hay fármacos para todo tipo de cosas: desconcentración, cansancio, insomnio… ¿De verdad que tanto nos cuesta ver que con unas técnicas de relajación o simplemente desconectar unos minutos al día de todos nuestros quehaceres podríamos evitar tomar pastillas?
Otra cuestión que debemos plantearnos es qué ocurre con aquellas enfermedades que no se curan con medicación, como es el caso de la celiaquía. Esta es una intolerancia al gluten, proteína que está presente en el trigo, avena, centeno… y otros cereales, que al ponerse en contacto con el intestino delgado crea una reacción que al no ser detectada inmediatamente (por que los síntomas que va teniendo se asocian a otras enfermedades, como diarreas crónicas, malnutrición…) va afectando cada vez más a la persona y si no es tratada puede llegar a la muerte. El único tratamiento que existe es llevar una dieta sin gluten. Hasta ahora la situación puede parecer difícil pero no irresoluble del todo.
Planteémonos un contexto en el que la población celiaca de una región, en vez de ser un 1% como sucede en Europa, es, según el estudio del Dr. Carlo Catassi (2), un 5,6% (convirtiéndose en la región del mundo con el porcentaje más elevado); añadiendo además la dificultad de no existir ni protocolo de diagnóstico ni medios de detección para alertar a la persona y prevenirla en su alimentación. Y para más “inri”, si fuera detectada, estas personas no podrían realizar una dieta adecuada pues dependen de la cesta alimentaria (con un 80% de productos que proceden o están contaminados con los cereales que contienen gluten) que la ayuda humanitaria les brinda cuando no ponen por excusa que los países del norte estamos en crisis. Esa región son los Campamentos de Refugiados Saharauis de Tindouf (3) y allí, como en cualquier otra parte del mundo, las personas celiacas no necesitarían medicamentos si llevaran el tratamiento adecuado.
Es necesario un real diálogo multicultural en el que se aborde de una forma cooperativa el campo de la salud. ¿O es que la biomedicina, la medicina oficial, teme que se la cuestione socialmente (y ecológicamente, aunque ese sería otro tema a tratar en otro espacio) y mina toda posibilidad de avanzar en este sentido?
Para terminar me voy a permitir extraer unas frases de una lista de “derechos” que creó la ONU en 1948.
Art. 25 de la declaración de DDHH de la ONU.
- Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
Imaginemos una situación: un país de los mal llamados del norte, entra en crisis y llega un momento en el que la población no puede acceder a los medicamentos básicos por que el gobierno “no puede” facilitárselo por la crisis financiera que dice soportar… Deberíamos estar preparadas por que situaciones como esas no son tan lejanas como nos hacen creer (4), pero deberíamos estar preparadas no para afrontar esa situación si no para salir a la calle e impedir que los gobiernos hagan eso a su pueblo.
Referencias on-line:
- http://actualidad.rt.com/actualidad/view/93667-nobel-medicina-enfermedades-farmaceuticas-roberts
- http://www.rimalsahara.com/campamentos-de-refugiados-2
- http://saharamedicalasociacion.blogspot.com.es/2013/03/la-enfermedad-celiaca-en-los.html
- http://www.aemps.gob.es/cima/fichasTecnicas.do?metodo=buscarDesabastecidos
Pura Ventura Rebollo
Alumna del seminario semipresencial “Salud y Acceso a Medicamentos Esenciales. Un enfoque global” de Farmamundi Extremadura.