“Durante 19 años presté mis servicios sin remuneración, por suerte ahora sí tengo un pequeño sueldo” | Esenciales para la vida

“Durante 19 años presté mis servicios sin remuneración, por suerte ahora sí tengo un pequeño sueldo”

“Durante 19 años presté mis servicios sin remuneración, por suerte ahora sí tengo un pequeño sueldo”

comadrona-maria-pilar-ramirez-rodriguez-2María Pilar Ramírez Rodríguez (55 años) es comadrona en la zona San Antonio “Elhinoj” desde los 22 años y ya con 17 años organizó y presidió un comité para mejorar las condiciones de vida insalubres de su comunidad. Como promotora de salud ayudó a conseguir, entre otras mejoras: letrinas, agua entubada y electricidad. Actualmente, también apoya a mujeres que sufren violencia familiar y a niñas y adolescentes víctimas de violaciones. Su historia es el reflejo de una vida de lucha por promover la salud y la igualdad de las mujeres en Guatemala.

¿Dónde vive y cómo es la situación laboral en su comunidad?
Vivo en San Miguel Pochuta (Guatemala) desde que me casé a los 16  años, antes vivía en Antigua. Las condiciones son muy difíciles y diferentes a Antigua, donde vivía con mis padres, en mi casa había un sanitario (retrete), una ducha… más o menos teníamos un poquito de bienestar. En Pochuta hay mucha pobreza, allí un hombre gana 28 quetzales por jornada trabajada (unos 7$), mientras que a una mujer sólo le pagan 14 quetzales, la mitad, aunque ellas trabajan todo el día. Se trata de una región de fincas, es una zona cafetalera, excepto por una finca con palma africana. Hay desnutrición, parásitos… aunque el Ministerio de Salud puso en marcha jornadas de desparasitación, vacunación, e incluso vacunas para espaciar el embarazo.

¿Qué le hizo dedicar su vida a la salud y a la comunidad?
La pobreza de Pochuta. Cuando llegué, el sanitario era el cafetal y la gente se lavaba en el río, que estaba contaminado por la pulpa del café de la finca, pues echaban los desperdicios del café allí. Esto suponía la transmisión de muchas enfermedades. Para cambiar la situación de la comunidad fui al Centro de Salud y hablé con el técnico Santiago Maldonado. Le expliqué que las condiciones de vida eran muy difíciles debido a la pobreza y la carencia de una higiene básica para vivir. Éste me sugirió que nos organizáramos a nivel comunitario. Y así creamos el Comité Promejoramiento de la Comunidad, donde 30 familias en asamblea me eligieron presidenta con apenas 17 años.

Maldonado también me recomendó capacitarme en primeros auxilios para prestar una mejor asistencia a la comunidad. Le pregunté emocionada por esta oportunidad a mi esposo si podía realizar esa formación, ya que por ese entonces debíamos pedir autorización a nuestros maridos para poder realizar algo así. Apenas tenía tercer grado de primaria, porque mi papá, por su pensamiento machista, me dijo que no era conveniente que las mujeres estudiáramos, que nos teníamos que buscar marido y no era interesante invertir en eso.

¿Cuáles fueron sus logros y experiencias como persona capacitada en la comunidad?
Como promotora de salud en mi comunidad ayudé a conseguir letrinas, agua entubada -que no potable- para cada casa, la electricidad; construimos calles adoquinadas, un molino cerca donde las mujeres pudieran llevar a moler su maíz para cocinar tortitas. Estas mejoras las conseguimos gracias, en parte, a una organización que se llama San Martín de Purrins en Houston, EE UU.

¿Cómo fue su experiencia a nivel familiar?
Mi esposo me apoyaba moral y emocionalmente pero obtuve mucho rechazo por parte de su familia, que decían que andaba alborotando a la gente y se burlaban de lo que hacía, tenían un pensamiento puramente retrógrado.

¿Cómo fueron los comienzos?
El primer parto que traté fue con 22 años y fue una experiencia muy difícil. Como promotora de salud tenía conocimientos básicos para atender partos, así que atendí a una señora de 39 años, que estaba esperando su noveno hijo. Sin embargo, tenía que atenderla supuestamente por un tumor, una diarrea la dejó deshidratada, luego estaba presentando un edema, estaba completamente hinchada, entonces me di cuenta de que eso no era un tumor: tenía dolores en el abdomen, contracciones y deseos de empujar, ¡estaba dando a luz! Pedí que me trajeran algo cortante, unas tijeras o una maquinilla de afeitar, ya que ya asomaba la cabecita. Pero la cabecita del bebé era demasiado pequeña para la hinchazón de barriga que presentaba la señora. La criatura nació muerta.

Ella tenía una preclamsia, se quedó muy fría, pero logré que sobreviviera. Estaba embarazada de seis meses pero lo ocultaba porque su esposo, que se había hecho la vasectomía, no era el padre. Me contó que en su trabajo el caporal de campo la obligaba a mantener relaciones con él a cambio de darle tareas más fáciles. Y esto pasa, no es un hecho aislado en las comunidades.

Fue así como empecé la atención de partos y le pedí apoyo al doctor Hugo Icú, Director de ASECSA, organización guatemalteca que trabaja con Farmamundi desde hace más de 15 años para frenar la mortalidad materna y la desnutrición infantil en Guatemala. En mi comunidad, en ocho años hemos tenido dos muertes maternas. Es un gran logro para nosotras, puesto que hay zonas en la región donde el promedio es mucho más elevado.

¿Cuál ha sido su relación con Asecsa?
Yo empecé mi relación con Asecsa en 1989. Me formé durante cuatro años en los distintos niveles básicos y en el Centro de Salud de Pochuta. Después de atender varios partos pasé a ser educadora de comadronas. Hoy capacito comadronas de cinco municipios: Pochuta, Patulul, Santa Bárbara, San Juan y de Chicacao.

Durante 19 años presté mis servicios sin ningún tipo de remuneración, por suerte ahora sí que tengo un pequeño sueldo. No obstante, ahora mismo llevamos cinco años sin ningún proyecto que nos permita realizar capacitaciones a comadronas. Solamente vamos dos horas a la semana al Centro de Salud donde sobretodo entregamos informes de los distintos puntos donde operamos. Necesitamos refuerzo para poder prestar un mejor servicio a nuestras comunidades y equipos para desarrollar esta labor.

Ahora también apoyo a 200 mujeres en Pochuta y trabajo con un grupo exclusivo de 30 mujeres que sufren violencia familiar, llevamos casos ante el Juzgado de Paz, ante el Ministerio Público y ante la Procuraduria General de la Nación (PGN) casos de violaciones en niñas y adolescentes. De las mujeres que estamos apoyando y formando, a la mayoría les tenemos que pagar el pasaje y las comidas porque no se pueden permitir acudir hasta Asecsa en Chimaltenango.

Por Eduard Troiano (voluntario de Farmamundi)

Tu dirección de mail no será publicada. Los campos requeridos están marcados *