“Nuestra mejor arma es la paz” | Esenciales para la vida

“Nuestra mejor arma es la paz”

“Nuestra mejor arma es la paz”

Marta Bonilla, voluntaria de Farmamundi.

Atazagorafobia. Posiblemente muchos desconozcan el significado de esta extraña palabra de enrevesada ortografía y de difícil pronunciación. Sin embargo, me pareció la idónea para reflejar en tan solo catorce caracteres el sentimiento que une a más de 800.000 mil personas; el miedo persistente e irracional a ser olvidado, ignorado o abandonado. Una pesadilla que ahonda en la vida de los refugiados sirios quienes se describen a sí mismos como “invisibles”, “marginados en la sombra” e “insignificantes”. Duras declaraciones de aquellos que tras la guerra lo han perdido todo. Títeres en manos de una Europa que no hizo nada hasta que el problema ha llamado a las puertas de occidente. Porque la realidad, guste o no, es que han transcurrido cinco años desde que se desató un conflicto que para nuestros ojos ha pasado desapercibido y que, lamentablemente en estos momentos, ocupa los principales espacios mediáticos. ¿Dónde estuvo la humanidad; aquella capacidad para sentir afecto, comprensión o solidaridad hacia los demás durante todo este tiempo? Ausente. Y es que en un mundo donde reina la más vulgar hipocresía no hay cabida para la humanidad.

Farmamundi, apoyada por varios financiadores públicos y privados, está asistiendo de urgencia en Serbia a 5.400 personas en la frontera con Hungría y Croacia desde el mes de septiembre

Farmamundi, apoyada por la ONG local IDC-Serbia, está asistiendo de urgencia en Serbia a 5.400 personas en la frontera con Hungría y Croacia desde el mes de septiembre de 2015.

Europa, cuna de la libertad, la democracia y los derechos humanos, nuevamente recibe una lección de que no somos tan perfectos como creíamos. Lo más espeluznante del asunto es que se requiera de la pérdida de vidas humanas para verdaderamente concienciarnos de que nos hayamos ante un problema que atañe al conjunto de la sociedad y en el que todos somos víctimas; indiferentemente de nuestra nacionalidad, religión o etnia. Desgraciadamente, París ha sido la primera y esperemos que la última ciudad de Europa, en testar lo que diariamente ocurre en Siria. La fatídica noche del 13 de noviembre ha conmocionado al mundo y ha desatado la alarma en los gobiernos de la zona euro.

Tras la desgracia, vuelve a abrirse el debate internacional sobre endurecer las medidas de seguridad ya existentes contra el terrorismo, retomándose, asimismo, la polémica entre los Estados acerca de la intervención o no intervención. Resulta irónico y un tanto cínico, occidente convencido en su papel por demostrar su “solidaridad” y atribuyéndose a sí mismo la responsabilidad de la situación, ha cooperado desde hace más de tres años en alimentar y avivar el yihadismo mediante la entrega de armas a los grupos involucrados en las contiendas bélicas de oriente.

En consonancia a la movilización “caritativa” de los gobiernos, millones de personas han mostrado su apoyo a las víctimas y familiares del atentado de París. Pequeñas acciones traducidas en mensajes de #PrayforParis que por insignificantes que parezcan albergan un contenido unánime de solidaridad.

Pero ¿quién se acuerda de los 300 mil muertos que ha dejado la Guerra de Siria? ¿Qué ocurre con los millones de desplazados? También ellos han sido víctimas de los ataques deliberados de los mismos asesinos que en la pasada noche del 13 de noviembre se armaron de artefactos y comenzaron a abrir fuego contra personas inocentes. Independientemente de su procedencia, de su religión o raza también son personas que huyen de la muerte y de los horrores de la guerra que acecha a sus países. Personas con derechos y sentimientos y cuyo único deseo no se aleja del de cualquier ciudadano: seguridad, estabilidad y un futuro mejor para sus seres queridos. También ellos merecen que se les brinde apoyo y atención. Y es que la solidaridad no entiende de ideologías ni fronteras.

¿Recuerdan la imagen del niño sirio varado en la orilla del mar que dio la vuelta al mundo, revolucionando internet, causando polémica e indignación, pero sobretodo, dando espacio al debate y la reflexión? Pues bien, ya no se habla de ella. Y díganme ¿Cuántas fotografías tan deshumanas como la de Aylan Kurdi o sucesos como el de la ciudad parisiense son necesarios para reaccionar y lidiar contra el verdadero problema que hay de fondo?

Dejo estas cuestiones abiertas a la reflexión y pediría a cada persona que imaginara, por unos instantes, que debido a las circunstancias, uno se viera obligado a salir de su hogar con lo puesto, dejando atrás seres queridos, pertenecías y se emprendieran en un viaje cuyo destino fuera tan incierto como su propia existencia. ¿Suena duro verdad? Luego figúrense lo ardua que es la coyuntura de los refugiados que las listas de los que quieren regresar a Siria son cada vez más largas. Es como si aquellos que salieron con vida de la sala de conciertos parisina Bataclan antepusieran convertir aquella amarga experiencia en su rutina diaria, antes que “vivir” la nueva realidad que se les ha impuesto. Y así es, algunos sirios prefieren morir en un bombardeo que lentamente en los centros de refugiados, donde cada día aumenta la inestabilidad de la situación en detrimento de la disminución de las ayudas. Falta dinero y personal, pero sobre todo, lo que escasea es interés y voluntad.

De este modo, podemos seguir improvisando soluciones a corto plazo, pasar tambaleándonos de una crisis a otra, poniendo parches a problemas puntuales, o bien, buscar una solución global. Pero para ello se requiere de un consenso. Hoy más que nunca invito a la sociedad a que deje de lado las disociaciones y las discriminaciones por motivos ideológicos, de raza, nacionalidad o etnia. Puesto que ¿dónde se haya la diferencia? Todos nosotros somos la humanidad y unidos somos más fuertes.

Resulta un tanto utópico, pero ¿y qué no lo es hasta que finalmente es conseguido? El auténtico cambio debe comenzar en la mente de quienes tienen la esperanza de que las cosas puedan mejorar. Es por ello que he decido rescatar las sabias palabras de una de las personalidades más influyentes de la historia, cuyo legado y enseñanzas hoy más que nunca se echan en falta.

“Ser libre no es solamente desamarrarse las propias cadenas, sino vivir en una forma que respete y mejore la libertad de los demás”

Esta cita, así como la recogida en el titular de este artículo, fueron pronunciadas por Nelson Mandela, el héroe que cambió el rumbo de la historia. Lejos de dejarse llevar por el odio de aquellos que le hicieron perder 27 años de su vida entre rejas, luchó desde el pacifismo por una Sudáfrica más justa, dando pábulo a la humanidad de que el hombre tiene el deber y la obligación de hacer realidad lo que uno cree. Él lo hizo; venció la batalla al racismo institucionalizado, la pobreza y la desigualdad, devolviéndole lo que jamás se le debería arrebatar a un pueblo: la libertad. Este es el logro fruto del coraje, del esfuerzo y de la voluntad de una única persona. El mundo lo conformamos más de 7.000 millones.

Marta Bonilla, voluntaria de Farmamundi.

Comentarios (3)

  1. MARTA BONILLA: NUESTRA MEJOR ARMA ES LA PAZ | VIVIR ES RECORDAR

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